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J.glesia. Paia este, es necesario que sepan las cosas generales y principales a fin que puedan participar acüvarnente con el sacerdote a la celebración de los divinos misterios en las partes que no sean exclusivas de la dignidad sacerdotal. 3°. Acción católica. Los tres útimos Pontífices han inculcado con insis- tencia la necesidad de la Acción Católica en la Iglesia por las necesidades actuales y la escasez de sacerdotes. En qué consista y cómo debe realizarse bajo la dirección de la jerarquía es una cosa para los niños y la juventud. La acción de los seglares o laicos a la instrucción religiosa es hoy día necesaria. '1°. Oportunamente insertar cuestiones apologéticas que declaren las ver– dades católicas y prevengan a los niños y jóvenes de errores doctrinales y resuelvan algunas objeciones mús comunes que se suelen oponer. Existen catecismos separados misionales, lilúrgicos, de Acción Católica; pero en lugar de multiplicar libros sería preferible insertar en los mismos textos de la doctrina cristiana, en los lugares oportunos, lo correspondiente a los campos indicados. Es claro que el catequista podr.'t desarrollar los puntos y adapLarlos a la capacidad de los oyentes. Los catecismos de Gasparri podrían servir de modelos. Pontífices, Cardenales, Obispos y eminentes reólogos se han ocupado en enseüar y escribir sobre la c;oclrina cristiana; no se desdeñaban de descender de las cátedras universitarias y de los púlpitos eminentes a tratar con los niños y con los ignorantes para enseñarles, según su capaciad, lo que debían conocer, practicar y recibir para asegurar la salvación del alma. No hay ocupación más noble que comunicar lo que Cristo nos enseñó. El sabio Cardenal Gasparri supo armonizar las elevadas lecciones de la cátedra con las sencillas enseñanzas de la doctrina cristiana; fué un genio que se elevó como el águila y un sacer– dote humilde que se adaptó a la capacidad de los niños. Podía repetir con Pablo a los Romanos: Graccis ac Barbaris. sapirn ti bus et insipien tib 11s, debi– tar smn Rom. I, H. 24

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