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-8- Si reflexionamos un poco sobre el estado actual del mundo, vnemos que, mientras en unas naciones circulan corrie1ltPs de incre<lulidad y de seetadsmo, en otras se ahrf'n los ojos a la Ju;,, de la fe, crece el árbol de la Iglesia católica, cobijándose bajo su sombrn infinidad dP homhrPs infieles, hnejes y cismáticos. Cuando los judíos no quisieron recibir la predicaci<Ín del Bvangelio, los Apóstoles se volvieron a los gPnti)Ps cumplíendo P] consPjo <lPI divino ~faestro que l<'S <liju: Si os echan de, una ciudad, huid a otra)> (1). Ue e;;e modo tiene> exacto cumplimiPnto Pl oráculo de la Verdad infalibh·, .T esucristo, cuando predijo que las ¡nrnrtas d<~l infiPrno no prevalecnán contra la IglPisa (2), ni bajará a la tumb:1 como las naciones qtw m11erPn y los imperios qtw des– aparecen. Si unos pueblos no (JtliPr<!n la fo, surgir:in otros pn los que brote la vid frondosa que adorne los muros dP la casa de Sión. Auferetur a vobis regnum Dei et dabitur facienti f ractus ejus (3). L,1 Iglesia ha sido, es y s<>rá siempre pPrsPguida, pero jamás destruírla. Puede quizá rlisminuir y aun rlesaperec, 0 r dt, un país, pero se trasladará a otro. Su existencia no conoc,i fro1It<>rns m1 Pl tiempo. Es esencialnwnte universal y proselitista. sin excPp– ción de lugares ni de personas. En todos tiempos ha enviado ap6stoles, misioneros, <1ue como ejércitos de valientes soldados cristianos conquistaron para ,frsucristo nuevos reinos y nuevos vasallos. Bs VPrdad que el , 0 spíritu dP lucha y de conquista nunca faltaron en la Igleisa, pero no en todas sus épocas sP ejerció con la misma intensidad ni d<·l mismo mo<lo. Si recorrnmos las págiuas de la Historia rnclt•siástica, e>ncontmr,~mos alternativas, <iiagrnmas de máxima y mínima. l\Ias jnzgarnlo imparcialmente (J!Üzá no encontremos un ¡wriodo de tanto dinamismo misional y misionero corrro en los lustros <JIIP ll<•vamos <le siglo. La actividad misional bajo todas sus formas ,,n los países católicos y la acción misionera en los campos de misi6n han IIPgado a un tope nunca visto en la la Historia de las }fisiones. J;Jse espíritu misional y misionero es como un plPamar (1Ue avanza en todas direcciones, circula poi· la jerarquía eclesiástica, y penetra también en los simplt>s füiles de la más <"SCOtHlida aldea. Bien se puede decir que estamos en •· El Siglo de las Misiones . Bs la hora de Dios, para la conversi6n de los infieles; es el momento <>n (1) }latth., X, :23. Jfatth., XVI, 18. Jfatt/1., XXI, ,1B,
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