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(114) P. BUENAVENTURA DE CARROCERA 13 (p. 118). Continuaba, sin embargo, con la dificultad del idioma, que le impedía dar a su apostolado la amplitud anhelada, no sucediendo lo mismo a sus colegas los PP. José de Pernambuco y Francisco de Veas, los cuales, ((Como entendían y hablaban bien la lengua conguesa, se extendieron y dilataron a otras pro– vincias)) (p. 119). De Pemba pasó a Bamba, donde permanece cuatro o cinco meses en compañía del misionero italiano P. Ludovico de Pistoya. Aquí su trabajo fué verdaderamente abrumador; según propia confesión, le fué necesario poner a contribución todas sus ener– gías espirituales y corporales: levantó casa, edificó iglesia, fundó escuelas, etc., sin abandonar la predicación ordinaria y la administración de sacramentos (p. 119). Luego se trasladó a San Salvador, pero por poco tiempo, pues hubo de ausentarse para asistir a bien morir al P. Francisco de Veas en Banza de Pemba en 1653; desde allí, sin regresar a la corte, va al mar– quesado de Encusu, de donde se había alejado hacía dos años. Recorre de nuevo el pais en todas direcciones, predicando en los pueblos, dando misiones, administrando sacramentos; con– fiesa con amargo desconsuelo que en muchas ocasiones se vió en completo despoblado, solo, sin albergue, sin tener que comer, bÍn socorro humano, aunque nunca le faltó el divino ( p. 133). En esta provincia y en Dande sigue trabajando hasta 1656; en este año el P. Prefecto le llama a Luanda y le comunica su. pro– pósito de enviarle a Europa para acompañar un novicio que allí había tomado el hábito y tratar algunos asuntos de la misión. ((Con esta ocasión la tendría de imprimir los libros qi;ie trabajaba en la lengua del Congo)) (p. 149). Aparte de esas razones existía también la de que, a los diez años de estar en misiones, podía uno regresar libremente a la patria. Además, en vista de los conflictos surgidos entre Españoles y Portugueses, el campo misional debía quedar al cui– dado de los Capuchinos italianos. La vía de regreso sería el Brasil. Pero temiendo fundadamente que habían de surgir difi– cultades con las autoridades portuguesas lo mismo en el Brasil que en Lisboa, donde debía desembarcar con su compañero el P. Buenaventura de Corella. sobre todo habiendo el rev del Congo enviado a la capital p'ortugesa algunas cartas cont;a los misioneros ( p.152), pidió una recomendación al gobernador {le Luanda, quien se la dió muy de buen grado el 20 de abril de 1657; en ella alaba sobremanera a los misioneros y los recomienda vivamente a las autoridades portuguesas que encontraren por el ('amino ( 27). A fines de abril o primeros de mayo se hicieron a la vela y despufs de un mes de navegación llegaron a Bahía del (27) Cf. Rocco DA CESli'iAI.E, Storia rlelle missioni dei Cappuccini, t. III, p. 568. Roma, 1873. Este autor, sin embargo, reproduce la carta eon la fecha equi– vocada de 1655. En el mismo error bahía incurrido el P. A:-;TO;'(IO CAYAZZI. Istorica tlescrizione, p. 0 167. ,

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