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tal: robustecer la fe, alentar la esperanza, sostener la vida de la gracia en las almas de esas pobres gentes atormentadas por el hambre y la necesidad, orien– tarlas en ruta hacia Dios, Esto es lo sustantivo en el apostolado. La gente pobre, humilde, de ordinario nos recibe hasta con agrado. Nuestra estampa de austeridad les inspira confianza. Nuestro espíritu de pobreza tiene fuerza subyugadora de apostolado sobre todo entre la gente humilde. Y éste ha de ser nuestro apostolado característico. Así nos lo dijo repetidas veces el Papa Pío XII. Para que este apostolado sea mas eficiente, es preciso la organizacióy del ejercicio de la caridad. El ponente enumera un conjunto de normas que se han de tener en cuenta, y después hace referencia a la multiplicidad de obras be– néficas que sostienen nuestros conventos, nuestras asociaciones piadosas y principalmente la V. O. T. Una floración estupenda de caridad. Tratando luego del suburbio, constata un hecho y una inquietud: el aflujo continuo de una gran población inmigrante hacia las grandes ciudades. Ello crea un problema social preocupante, insoluble desde luego con acciones pura– mente benéficas y paternalistas. El ponente, en un cuadro impresionante, nos describe la miseria física y mo– ral del suburbio que plantea una multiplicidad de problemas, no sólo en orden l. la integración social de esas masas de inmigrantes, sino, y sobre todo, en orden a nuestro apostolado, a la vida religiosa de sus habitantes. El primer problema que hay que tratar de resolver, como de urgencia social, en las zonas suburbiales, es el de la vivienda. Esto es elemental. Al hombre hay que ponerle en condiciones de poder formar su vida, y para ello hay que ofre– cerle la posibilidad de tener una familia, y para que pueda tener una familia, hay que darle casa, una casa íntima, acogedora, donde se puedan vivir sin in– terferencias molestas los misterios de la vida. En este problema de la vivienda nosotros quizás no podamos hacer más que intervenir para interesar a las au– toridades, organismos estatales, empresas, etc. Después hay que procurar la elevación religiosa, cultural y económica de los habitantes del suburbio. Para ello urge la constitución de un Centro Social en el lugar geográfko del suburbio más conveniente, al estilo de los que existen en otras partes: "Comu– nity Centre'' (países anglosajones), "Centre Social'' (Francia), "Centro So– ciale'' (Italia). El Centro Social es la casa de todos y para torlos y ha .de impulsar la vida social, religiosa, cultural, etc., del suburbio. Y para nosotros será un centro de ubicación de nuestro apostolado. En el Centro Social habrá un conjunto de servicios a cargo de los mismos beneficiarios. Si para nuestro apostolado ésto no fuera posible, entonces se deberá organizar algo más e}emental:'visitas regulares al suburbio, suministro de ropas y víveres, preparar algún salón para catecismo, para celebrar la misa, montar algún taller para las chicas, alguna escuela, etc. Pero tenemos que ir a ellos, porque ellos no vendrán a nosotros, si no es para pedir una limosna en la portería del convento. y a •esta labor añadir nuestro esfuerzo por encender en los pudientes la inquietud hacia estos problemas. 47

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