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nuestros mártires y homenaje al Seminario y a su profesorado. Terminó ano– tando que este acto es uno más-no el último-de los dedicados a la cele– bración de las Bodas de Oro del Seminario y a la proclamación del nuevo Doctor de la Iglesia, S. Lorenzo de Brindis. A continuación se leyeron y discutieron las ponencias 13, 18 y 22 del pro– grama, con asistencia de los alumnos del Colegio a algunas de ellas. La sesión se clausuró con una función eucarística, oficiada por Mons. Turrado, y con el canto solemne de la Salve por la Schola del Seminario. Ponencia 13 TEMATICA DE UNA MISION MODERNA Por el P. MIGUEL ANGEL DE MADRID Comienza afirmando que nuestro esquema actual de misiones está calcado en el esquema de la predicación tradicional, y que, incluso, los sermones están concebidos con el mismo criterio de los misioneros de antaño. Pero los resul– tados conseguidos hoy no pueden compararse con los de ayer, por la sencilla razón de que se ha verificado una profunda evolución en los tiempos y en los hombres. Hay, pues, que buscar modos nuevos adaptados a los nuevos tiem– pos: se impone una revisión de la forma y del fondo de los sermones de misión. l. Revisión de forma, esto es, del ropaje expositivo del sermón. El estilo literario empleado (palabras, giros, imágenes y comparaciones) resulta a todas luces arcaico, de otra época. Se halla incluso ordinariez y rusticidad, palabras malsonantes, insultos, chabacanerías en saetas y canciones y aun en los mis– mos gestos, que es necesario eliminar implacablemente. Se ha de poner tam– bién empeño en proscribir de las misiones toda forma artificiosa de tramoya, de recurso escénico, de irrealidad, de amaneramiento, hasta conseguir la plena naturalidad. Nuestra predicación debe ser viva, sentida, personalísima, de una sinceridad absoluta, que sea fiel expresión de un convencimiento interíor. Natu– ralmente, para esta reforma se ha de empezar desde lejos, por medio de una acertada preparación de los futuros misioneros. 2. La revisión de fondo es aún más urgente que la anterior. El programa de las misiones tradicionales estaba orientado a promover el resurgimiento religioso en las comunidades cristianas: presuponen la fe y tratan de reani– marla. Pero a los cristianos de hoy les hace falta fe, asfixiada por la atmósfera materialista. Nuestra predicación misionera debe, pues, dirigirse a suscitar la fe. En las misiones tradicionales se advierte también un predominio exagerado de la moral sobre el dogma, convirtiendo la predicación en una campaña mora– lizadora, en una catalogación de pecados; se apela al terror como recurso necesario para mover las conciencias. Por último, en las misiones tradiciona– les el hombre es prácticamente el centro de toda la temática, como si no contase más la acción salvífica de Dios que el esfuerzo personal de las almas. No se debe nlvidar, además, que en la actualidad eJCiste un poderosn resurgi- 30

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