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manera tajante y escueta: 2,ªl la catequesis, que se daba como preparación para recibir el bautismo; 3.ª ¡ la didascalia, que suponía un conocimiento de la Biblia y la liturgia, A este género pertenece la homilía, que se ha defi– nido "una conversación familiar del pastor de almas con su pueblo durante un acto litúrgico, sobre un texto sugerido por la liturgia". La homilía supone la lectura de un texto bíblico, al principio escogido por el presidente de la asamblea, después sistematizado para cada domingo y fiesta, que era comentado por el obispo. El fin de la homilía ha sido anunciar pública y oficialmente la palabra de Dios contenida en los textos, adaptando a los oyentes la palabra proclamada, mostrando cómo tal pa– labra se aplica a ellos. De todo esto se deduce que hay un lazo intrínseco entre la predicación cristiana y el sacrificio eucarístico, que son los do~ medios de transmitir la misma gracia y hace que la homilía sea pronunciada durante el acto de culto. La homilía ha de ser: a) sencilla y familiar en su forma, y breve en su duración; b) parenética o exhortativa, aplicando sus enseñanzas a los pro– blemas concretos de los fieles; c) los liturgistas dicen que ha de ser bíblica, consistente en la explicación de un pasaje de ia Sagrada Escritura; dJ ha de ser litúrgica, integrándose en la Misa como algo integrante de la misma; e) fi:::.al– mente, mistagógica, es decir, que ha de explicar el sentido literal del texto e introducir en el misterio cristiano de la celebración a los fieles. El darle hoy a la homilía un carácter litúrgico tiene el inconveniente de que perjudica a la instrucción que necesita el pueblo, que no tiene-será acaso porque no quiere, pero así es-Ja instrucción catequística necesaria, y muchas veces ninguna clase de instrucción. E, indudablemente, "salus populi suprema lex". Lo que el pueblo necesita hoy es instrucción, e instrucción catequística. Así lo han reconocido muchos obispos, que, en realidad, han impuesto en sus dióce,üs temarios para expo– nerlos durante los diez minutos que se debe interrumpir la misa para este fm. El ponente formuló las siguientes conclusiones: l.ª) Se incurre en una tremenda responsabilidad no predicando en la misa de los domingos. 2.ª) No se debe aceptar la predicación de panegíricos, ni siquiera novenas, a costa de omitir la predicación dominical en nuestras iglesias, ya que esta última la oyen más que la otra y, por añadidura, gente más necesitada. 3.ª) Por la situación en que hemos levantado nuestras iglesias y por la capacidad con que las hemos hecho, tenemos el deber de atender a esa feligresía por ra– zones de celo pastoral, de caridad y hasta de justicia. 4.ª) La homilía debe ser sencilla, doctrinal y breve. 5.ª) Debemos acomodarnos a los planes nRcio– nales, si lo, hay; si no, a los diocesanos, En defecto de éstos, se deben hacer planes conventuales. 6.ª) Debe existir un plan de predicación homiléticfl. en nuestros conventos, trabajando en equipo. 24
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