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ef ecutar. Pero todos los religiosos el,) la provincia habrán de cooperar para que este plan; ya estudiado y aprobado, se ejecute. Cierto que EO contamos cm1 mucho personal, y forzosamente habrá que acumular en unos mismos secretarías y delegaciones. Pero lc1 acción refle– x:va, en común, con una dedicación prevalente irá destacando el personal competente. La dificultad mayor vendrá del excesivo individualismo y de la rutina de algunos, que impiden el progreso; otros se hallarán ya incapaci– tados totalmente para adaptarse a los nuevos métodos y organización. Tenemos ya la plataforma para la reorganización de las actividades rrpos– tólícas de la provincia. Acaso nunca llegue a ser perfecta, ni en su concep– ción ni en su desarrollo; pero es un intento por progresar, por respander a las necesidades del apostolado moderno, por dar satisfacción a tantos reli– giosos desazonados al no ver una acción colectiva y organizada. Responde– mos así a una consigna dada al principio del trienio: trabajar en equipo, en las comunidades y en la provincia como tal. Comunicaciones Desarrollan los puntos de la encuesta de la ponencia: la "modernización" del apostolado. /,se refiere a la forma o al fondo?; ideas básicas de esta renovación; mejoras o adaptaciones aplicables a nuestro apostolado. P, TE0DOMIH0 DE VILLAL0BOS.·-El Mensaje SiPmpre es el mismo; pero su efica– cia depende, •en gran parte, de la manera de comanicarlo a los hombres. En esto cabe renovación, confonne a las exigPncias históricas. geográficas, C'lllturales y sociales. El apostolado debe, pues, renovarse tenü,ndo en cuenta la fonna de ac– tuar, de viviT y obrar, los medios modernos de difusión. que condicionan la recep– tividad de los oyentes. Esto exige formas claras, sencillas, directas, condensadas. Pero el apostolado debe renovarse aún más en cuanto al fondo. Más que la moral, hoy se deben e;qioner el dogma, verdades, principios. El mundo actual exige un conocimiento claro de las fuentes de la religión, y que se le presente una reli– gión alegre. no apocalíptica. Se ha dado en el pasado demasiada importa1:.cia a la casuística, en perjuicio del dogma. Lo primero es más fácil; lo segundo requiere más estudio y preparación. A todos, en los años de la juventud. nos ha entusias– mado flagelar los vicios fn la predicación. Pero hoy los auditorios buscan verda– cles rniis positivas, dogmáticas, litúrgieas. P. LEANDR0 DE BILBA0.-·El apostolado puede adjetivarse "moderno·• en cuanto a la fonna, es decir, en cuant.o a la técnica de evangelizar, distinta de otras épocas, pues en el fondo siempre se tratará de lo mismo: predicar el Evangelio, llevar los hombres a Cristo, salvar las almas. El sujeto es siempre el hombre; el objeto, la "erdad evangélica; y el fin, la salvación. Sin embargo, lo "moderno·• en el aposto– lado es. en parte, asunto también de fondo. Hay algo en la religiosidad modernr tan desgarrador que obliga a revisar despiadadamente nuestra labor apostólica. Y esto es mfü; serio que la mera varia.rite de unas formas. La crisis religiosa es muv profunda: nuestro viejo cristianismo está regresando al paganismo. Esta erisis de religiosidad condiciona un temario. Las ideas básicas que están renovando el apos– tolado vienen de la misma problemática del pueblo que evangelizarnos. Otra serie de ellas vienen de los mismos apóstoles, que actúan sobre las masas. De los após– toles directos salen las ideas más generosas y osadas, que luego la Jerarquía puede bendecir o no. Por tanto. las mejoras y adaptaciones tiene que venir de respuestas concretas 11 las necesidades de los hombres de hoy: los que vienen a nuestras igle~ s.ias y los que no vienen. Hay 1ll1 fallo que conviene señalar: nuestrcs conventos no están hechos con miras al apostolado moderno. Deberían tener, como mínimo, 20
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