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-63- ¡Cuántas veces la duda, traicionera, se apodera de mi ánimo abatido! ¿Dónde están --me pregunta-- tus amigos? ... Mas no temo sus gélidas razones ni me intimida de su com!- brío: si en horas aciagas d, me siento abandonadó a cruel destino y pienso que no hay ángeles que amparen al triste y desvalido, --«¿Quién dijo que no hay ángeles, quien dijo? ... y cual eco resuena en mi conciencia: --¡Sí, los hay!... ¡Si, los hay!... ¡Yo· los he visto!. .. Angeles tutelares de blancas alas y volar tranquilo, yo los he visto recogiendo flores, blancas flores al borde del abismo. ¡Qué limpia claridad en su mirada! ¡Qué hermoso resplandor en su vestido! ¡Qué dulce mansedumbre en sus palabras! ¡Qué inefable ternura en su cariño! Manantiales sublimes de bondad, santas mujeres de abnegado espíritu, porque sois mensajeras de amor puro, del amor infinito, ccmc se admira el insondable océano, con profunda emoción, así os admiro. Por un l\Iaestro NacionaL

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