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-60- Al llegar a este punto nos encontramos frente a la puerta de la salida. Quedamos convencidas: nada hay más sencillo ni que parezcu menos a propósito pum impedir mm fugu. Nos disponemos a salir, cuando la Superiora con amable ademán nos invita a entrar en otra· habitación, donde no habíamos estado antes. •·-Es la capilla -aclara- el centro, lo principal de la casa. Pasamos y en un momento recordamos allí, de rodillas, lo que nos acabnn de decir: ---Hay constituciones que tienen como característico el su– frir ellos y hacer sufrir a los demás. Hay otras para la~ cua– les el único síntoma de enfermedad es lo difícil de s:.i educa– bilidad, y Pn fin, no olvidando hasta q·.1é extremo de agota– miento llega un padre antes de internar a una hija, ¡cuántas espinas punzarán al cabo del día las manos de las jardineras .que cuidan este vergel del Señor! -Sólo los reformadores que tengan la capilla por centro de la casa pueden reformar, porque 8Ólo deseando agradar a un Dios se puede tener la paciencia, la calma, el dominio de sí mismo que es preciso para aguantar tanto. --¡Y qué contento se verá el Señor entre unas almas que desempeñan su tarea como quiere la Santa Iglesia, con estudio y técnica suficientes! -Cómo la Srna. Virgen cuya imagen bendita tan dulce– mente adorna el altar, acogerá con maternal bondad las al– mitas de estas niñas que el mundo enseñó a p•¿car para luego despreciar con tanta saña. Conmovida con estos pensamientos nos despedíamos de la Superiora mientras ella nos decía: ----l\Iuy cierto es cuanto hemos hablado sobre técnica pe– dagógica en reforma, pero si le advertí que la capilla es lo
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