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.T uez ¿ no es vprcJad '? --Sí señora. --¿ PuPs cómo si(ndo nif\as tan peligrosas no veo mús dP- fpnsas para la hga o el plante'? --El plante no lo c<mocemos. En cuanto a la fuga observe que no bay ni un balcón con rejas, ni una puerta con cena– dura. Todo PSO antipedagóoico. Nada peor que darlt~ al menor la sensación de que se le teme: esto le enorgullece y h> hace más obstinado, más rebelde y por consiguiente le pone in m1 plan más inadaptado. Precisamente la idea de fu¡::nrse ¡nwde surgir en la imaginación de una menor delin– cuente (siempre inclinada a la novelería) por la vista de una reja, ·111 rastrillo o una cadena. Todo eslo hay que suplirlo con una buena compenetra– ción entre la Teformadora y la menoT. ::\'o ere«, tPnemos aquí menores que se han fugado de su hogar más de cinco vpces. Tipos vagabundos que siempre han corrido supltos burlando a la policía y sin embargo, desde que están aquí ni intentan siquiera irse. Los momentos más graves son los primeros que pasan en bs habitaciones de Observación inicial y allí tienen a la Ma– rlre que las vigila sin que ellas se den cuenta, mientras pro– cura a traerlas. Hay otro momento grave y es cuando se creen con-egidas y con suficiente preparación para defenderse en la vida, pe– ro entonces ya estún más compenetradas con nosotras y con sus compañeras.

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