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-56- Al oírnos se sonríe la lVIadre con extrañeza diciendo: -¿ Có– mo nos va a molestar si en nuestra tarea los necesitamos continuamente? No tenemos uno sino dos fijos: el internista que pasa revista a todas cuando ingresan y durante el tiem– po que permanezcan aquí las atiende en sus enfermPdades y el psiquiatra, el cual interviene también en la confección de la ficha. Claro que aparte de esto acudimos a cuantos espe– cialistas indiquen los dos anteriores y que son muchos, por cierto, pues son contadísimas las que han sido reconocidas por alguno y en cambio hay muchísimas cpe han necesitado ser tratadas por varios. Créame que aquí hay tarea para muchos médicos, pues aparte de las enfermedades que todas traen consigo, unas como herencia de familia, otras adquiridas en la vida que han llevado, hay que tener en cuenta que un buen tratamiento médico de muchas afecciones determina un caml:Jio de con– ducta. Eso sin contar q:.ie por mucho que se desee no tenLr en el Reformatorio ni'lguna constitución psicopática, es imposible; siempre es preciso aguantar alguna aunque solo sea por ca– ridad pues estas constituciones, que como dijo Cranier, son el sector divisorio entre los normales y los enfermos menta– les, cuando tienen muy poco de enfermos no hay estableci– miento que los admita, en unos porque no están locas y en otros porque son inaguantables y así nosotras las tenemos mientras no perjudiquen al resto de las menores ya que siem– pre mejOl'an y algunas hasta llegan a normalizarse con la Yida del colegio; pero no olvide que, según Schneider, se trata de ligeras anormalidades que sufren y hacen sufrir, por lo que comprenderá que solo con virtud se pueden manejar nuestras niñas. Tampoco deje de tener en cuenta que Düring advirtió ya que hay psicopatías cuyo síntoma más destacado es la edu– cabilidad difícil y por ahí comprenderá que m::ichas veces vie-

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