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-53- l'efol'madas, amoldal'se a la vida del mundo, tránsito siempre sumamente grave y difícil. Nuestras menores salen con nosotras de paseo, en los re– creos jugamos con ellas. Algunas van solas a recados y com– pras, de modo que no l'ompan su relación con la vida exterior, por lo que hace falta tener sobre ellas verdadero dominio, resultacfo éste de una estl'echísima vigilancia pero sin que ellas se den cuenta. De sobra asbemos que manejamos un ma– terial semejante a la pólvora y al menor descuido podría sobl'evenir la catástrofe. Como ha visto, el local lo tenemos completamente dividido en dos partes: solo están juntas en la capilla y aun allí ocu– pan bancos colocados a distinto lado. Vamo¡, ahora a pasar por la ünica puerta que comunica las dos casas. Al frente de esta nueva sección, llamada de observación, hay otra religiosa. Voy a presentál'sela. Diciendo y haciendo pasamos a través de un corredor que separa o mejor une los dos edificios, pues hasta arquitectóni– camente son dos casas independientes, y después de atrave– sar val'ias habitaciones, entramos en una clase donde hay unas niiias con uniformes análogos a los de un colegio corriente. Nos acercamos a ellas, no se diferenciaban en nada de otro colegio cualquiHa de monjas. Nos presenta a la religiosa de que nos había hablado y desde el primer momento queda– mos encantados. Es una religiosa menudita, con acento ame– ricano, reYelándosc Pn todos sus movimientos el tipo nervioso pero tan por completo dominado, c,uc no pudimos menos de pensar: -¡Cuánto debe entender de sujeción la que supo sujetarse a sí misma! Cortada por idéntico patrón que la Superiora, es muy amable pero sólo habla lo justo. Sale con nosotras quedándose la clase tan tranquila y en silencio como antes.

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