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52 Después de una conversación siempre serena en la que no se hace el menor alarde de erudición pasamos a ver las depen– dencias del Establecimiento. Llama primeramente nuestra atención ver que está com– pletamente dividido en dos secciones con sus clases, comedo– res, dormitorios, etc., etc. separados. Hasta vimos jardines independientes que dividen una alta tapia. La Superiora habla: -Ahora estamos en la sección de reforma. Aquí vienen las niñas cuando ya llevan varios meses internas y han sido objeto de una esmerada observación la cual ha dado por resultado una ficha con todos los datos ne– cesarios para el conocimiento lo más perfecto posible de la menor. Si después de bien estudiada se ve que se trata de una niña lo suficiente peligrosa como para venir a Reforma pro– piamente dicha, pasa a esta sección. Si no, vuelve a su casa o bien pasa a un internado de niñas corrientes, o bien a un sanatorio psiquiátrico, o bien a un colegio de anormales, pues todos estos tipos estorban entre las corrigendas y se perjudi– can ellas a sí mismas. Vea cómo en todas las dependencias procuramos dar el aspecto más parecido a un hogar. Comen en mesitas de cuatro en cuatro con manteles y cubiertos lo más cuidados posible, tienen sns clases iguales que un colegio cualquiera, aprenden oficio, lavan, planchan, guisan, etc., etc., todo dentro del ambiente más maternal posible. --¿ No se ha enterado que nos llamamos 'Terciarias Capu– chinas de la Sagrada Familia? Pues este es el sello carac– terístico de nuestros colegios: la vida familiar. Advirtiéndole que nuestras Constituciones también dicen que la reforma tendrá carácter maternal. Además estamos convencidas de que debemos preparar a las menores para la Yida de familia, por eso cuanto más fa– miliar sea el trato que reciban, más fácil les será, una vez
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