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50 ¿ hay la compensación debida enil'e el refonnador y PI 1•pfol'•· mado'! De ninguna manera. Hay más bien la incitación constante: al plante más temible en la mujer que en el hombre y sobre todo se estimula ese orgullo secreto del menor delincuente que se cree temible y que se desmorona cuando ve q1rn le tratan como a los demás niños o nifü1s sin miedo... sin cas– tigos... sin desconfianzas... Claro que para tratarle así ef' preciso saberle dominar, conocer uno a uno el personal inter– nado, saber el estado de {mimo en <pe se encuentra cada día y cada momento, é'tc., etc. ¿ Existirá algo PE España que sppa rnmwjar así a los ni– ños o mejor a las niñas'? Creía yo que no, he de confesarlo, cuando alguien lllP dijo que visitase la Escuela Hogar de la Sagrada Familia, centro dirigido por las Religiosas Terciarias Capuchinas dP la S. F., y estudiase sus procedimientos. Decidida a eJlo una buena tarde, sin busear quien me pre– sentase, fuí a visitar el que tienen establecido en Caraban– chel-Bajo. Después de una breve espera, apareció la Superiora, jo,·en aún y vestida con el hábito de S. I<'nmcisco. ¡Qué bien dice el sayal de S. Francisco todo earida(l y humildad para tm•pa en la eual se precisa tanta energía en– vuelta en amor y tanta autoridad cubierta de spncillez! ¡, No vale más esta consideración otH; la célebre fr:1s,, tan usada en Pedagogía Correccional r:ue dict': «El Reform:,dor tendrú mano dP hierro cubierta dP terciopPln> '! Mientras esto pensamos la Superiora, siempre sonriente y parca pn palabras, nos hacp sentar con una actil ud üm acoge– doi'a que no podemos menos de exclamar en ntw:iü·o interior: - ¡ Cuánto mejor se debe Pstar en un Reformatorio dirigido por una madre toda amor y discreción que en uno gobprnado pm una dirPctora!
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