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-49- defedos e inferioridades psíquicas con todos los procedimien– tos o métodos pedagógicos que mejor favorezcan el desarroll,J de las aptitudes y voluntad de cada sujeto. Por donde se ve que el tratamiento de reforma ha de ir en el niño armoni– zando o equilibrando aquel pequeño ser que suele presen– tarse con un excesivo desarrollo de factores inhibitorios como son miedos, apocamientos, timideces, todo ello aunque el vulgo no lo crea, muy característico del menor delincuente. lYias, ¿ cómo se averiguan los defectos de cada individuo y cómo se lleva adelante el tratamiento? Ahí está el secreto: reconocer que cada individuo es uu caso y que es preciso proceder con una técnica e¡¡pecializada. No podemos, en absoluto, admitir centros de reeducación donde los menores estén amontonados, trabajando por igual en grandes salas y talleres o circulando en correctas filas con uua determinada posición de brazos, o bien comiendo en espa– ciosos comedores donde se ven largas mesas, por supuesto si11 manteles ni cuchillos o finalmente jugando en patios espa– ciosos cqn esa expresión de desprecio y burla que suele ador– nar la cara del inadaptado y r,t·ecoz cuando es visitado en e! Ligar de su encierro. Reconocemos que todo esto es muy cómodo para la vigi lancia, porque si se amontonan muchos niños en una sala con poner Tepartidos unos vigilantes por los puntos estraté– gicos y cuidar las salidas y entradas está resuelto el problema. Si un menor se altera, eon la sanción (!Ue se le impom' escarmienta el resto. Del mismo modo en un corredor amplio y claro se ven perfectamente las dos filas de menores cuya postura unifor me no permite el menol' movimiento desacompasado sin que un solo vigilante comprenda que empieza algo anormal. En este caso un bocinazo o un campanillazo basta para recordar la proximidad del castigo, etc., de. Pp1·0 en este régimen ,!

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