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- 35-- Luego que nuestra amada Congregación reci1Jió la n1Jro– bación pontificia y al mismo tiempo que era agregada a la Primera Orden Capuchina, comenzó la organización de ex– pediciones a países de infieles, sacrificando en aras de la gloria de Dios y bien de las almas el personal qup necesi– taba para mantener su prestigio en ;Espaíía. Hasta enton– ces ninguna Congregación Pspañola de Religiosas había he– cho un ensayo con relación a tan ardua empresa. Al consignar estos hechos que tanta gloria dan a nues tro Instituto, vuela nuestro pensamiento hacia aquellas re– ligiosas que con abnegación semejante a la de los héroes del apostolado, trabajan por la educación de la mujer infiel en paísess inhospitalarios. Saturadas del espíritu del Serafín de Asís, ángel robado al cielo por la fe de la edad media, místicas Esposas del Cordero Inmaculado, mensajeras de sus misericordias reden– toras, sin otro gaje ni ado'·no que el Crucifijo que ostentan en el pecho, como manantial perenne de caridad, mantienen su pensamiento fijo en las alma¡; necesitadas de l'Pdención y en col'azones desgarrados por un dolor nunca mitigado con las caricias de la esperanza. Con su ternura virginal, más fecunda en consuelos que la ternura maternal, abrigan la santa ilusión de hacer feli– ces a innumerables criaturas que nunca pudieron pronunciar la dulce palabra madre; y no descansan mientras no logran regenerar millares de almas, que a su lado abren los ojos a la luz de la fe, para ser un día iluminados con los esplen- 1lores de gloria imperecedera.

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