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-31- Qué gozo tan inmenso experimenta, cuando arrancada un alma de las garras diabólicas y prestados todos los cui– dados prescritos por la ciencia, )a Terciaria Capuchina, pue– de contemplar el precioso cuadro que ofrece a su vista el tránsito feliz de ésta a la otra vida. Por la satisfacción de salvar un alma, se dan por bien empleados todos los sacl'i– ficios que impone la vida l'eligiosa dedicada a pl'oteger ar prójimo; y por mitigar la sed de Jesucristo crucificado, ¿ ha– brá algún sacrificio grande? La acción benéfica de las Terciarias Capuchinas queda– ría incompleta si su celo y laboriosidad sólo se limitasen a auxiliar a los ancianos y socorrer a los enfermos y desva– lidos. Ofros seres humanos reclaman también su proteccción y misericordiosa asistencia: Las huérfanas. Como plantas tiernas y delicadas, privadas del calor que in-adía el hogar sagrado de la familia desde los primeros años de la infancia y abandonadas al continuo oleaje del mundo, son todavía débiles de cuerpo y alma para defenderse de sus impulsos. Necesitan de una mano cariñosa que con incansable y ma– ternal ternura, riegue y cultive su corazón y su inteligencia con la sana educación y las enseñanzas p:·opias de su con– dición, edad y sexo, preparándolas así para cumplir fielmen– te el destino que la divina Providencia les tenga trazado en el camino de la vida y llegar felizmente al puerto seguro de la eternidad bienaventurada. Las Religiosas fieles a la voluntad exp1·esa del benemé• rito Padre Fundador, dedícanse con toda solicitud y desvelo a este ramo de la divina caridad. Sobreponiéndose con fuer– zas sobrenaturales a la debilidad característica de su sexo, salvan enormes distancias, afrontan diferentes climas, con frecuencia malos e insalubres. Esto nos lo dirían mejor, si volviesen a la vida las que han dado fin a sus días desano– llando sus actividades en San José de Amacuro (Gu_tyana
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