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llevaba su mujer, Cenobia Camprubí. Un día le pregunta– ron al poeta el por qué no conducía su coche. Y el maes– tro exclamó: "¡ Y si un día mato a un niño!". Tal era el respeto que le inspiraba la infancia. Paternidad y maternidad no son conceptos abstrac– tos, son realidades humanas que se insertan en la esencia del hombre y de la mujer. Y lo mismo que Dios es Padre– Madre a la vez, lo es el hombre y la mujer. Lo masculino y lo femenino coexistiendo tensa y creativamente consti– tuyen la realidad esencial de cada ser humano ... A lapa– ternidad y maternidad se vincula la vida misma, la gesta– ción, protección y crecimiento del niño. Y por ellas hom– bre y mujer crecen en sentimiento, receptividad, solici– tud, ternura y cariño. Tal vez por esto San Pablo dice: "La mujer se salvará por su maternidad". (I Tim. 2,15). En la Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebra– da en Nairobi, en 1985, se reitera que "los hombres y mu– jeres compartan las tareas domésticas y el cuidado del ni– ño". Bien. Así debe ser. Pero la dimensión de lo femeni– no y la dimensión de lo masculino adquieren especial y di– ferente densidad en el hombre y la mujer, por voluntad de Dios. No se pueden admitir manifestaciones patológicas de feminismos excesivos. En un Congreso de Madres, cele– brado en París hace unos años se buscó en vano, durante tres días, un producto que sustituyera a la Maternidad. La conclusión se basaba en que la mujer se ve solicitada a la vez por la vida profesional y por la vida del hogar y los hijos. Dos aspectos demasiado comprometidos para lle– varlos bien conjuntamente. Solución: El instinto mater– nal debería ceder ante la profesión. La maternidad está ligada al misterio de la vida. Ser madre es algo más que engendrar biológicamente. Allí donde se encuentra la mujer es madre y crea y engendra 66

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