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14 Necesidad de la sonrisa. El periodista S. Martín Rodríguez que estuvo en la 42 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Espa– ñola comentó, como detalle sabroso: "Me encanta la acogida de los obispos reunidos... Los obispos son perso– nas que oran, que saben sonreír, aunque no sepan cantar muy bien a coro... ". (ABC. 25-6-85). No sería bueno que perdiéramos la alegría. La capa– cidad de sonreír con frecuencia prepara mejor la "civili– zación del amor" en la que estamos empeñados. La vida no está hecha sólo de lamentos. Ni siquiera de más lamen– tos que sonrisas: "Hay tiempo de llorar y tiempo de reír". Existimos en una sociedad técnicamente fría, en lu– cha diaria con el dolor, el trabajo o la destrucción. Y es una tarea cristiana acentuar los efectos saludables de la sonrisa que hace latir más aprisa el corazón y rebaja ten– siones de ánimo. La amargura es un terrible mal, que entorpece la lle– gada del "mensaje amable" al fondo del corazón. Cada día me convenzo más que se trasmite mejor el mensaje de bondad y de bien con una sonrisa que con muchas pala– bras. ¡ Y todavía hubo alguien que en algún tiempo se pre– guntó si Cristo había reído .. ! ¿Es que ustedes pueden imaginarse a Jesucristo diciendo al Buen Ladrón: "Ami– go, hoy estarás conmigo en el paraíso... ", sin una sonrisa de inmensa bondad... , o hablando con su madre sin po– ner en los labios la LUZ DE UNA SONRISA? 48

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