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Coincidieron sin embargo en el mismo amor a la Iglesia y, en ser pobres, evangélicos y caritativos. El abra– zo de estos dos hombres queda en la historia del arte y de la Iglesia como un símbolo para todos: diferentes y uni– dos, abrazados y por distintos caminos. Hoy, lo mismo que en el siglo XIII, nuestra sociedad está dividida. Hay una sociedad técnico-científica, buró– crata, consumista, alejada de Dios, crítica... A su lado se asienta otro tipo de hombres pobres, sencillos, espontá– neos, deseosos de bien. La Iglesia no es una teoría. Es una entidad que vive la historia diaria, que lee los signos de los tiempos, que necesita hombres que interpreten el mensaje de Dios y tomen postura ante los problemas de todos los hombres. Así, nadie ha de escandalizarse hoy, de que, a veces, se parezca tan poco entre sí la forma ex– terna, la imagen de la Iglesia de un apóstol del Tercer Mundo y la de una parroquia de la gran ciudad. A cada uno toca acentuar carismas distintos. Es la llamada de Dios. 44 "Nadie fue ayer ni va hoy por el mismo camino a Dios".

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