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Los canónigos de la Basílica de Santa María la Ma– yor suelen comentar esta poética narración diciendo que lo único de verdad que hay en todo este relato, son estas palabras: "En Roma a cinco de agosto, cuando los calo– res son más intensos". ¿Pero de verdad la leyenda no oculta ninguna otra realidad? El año 431 se celebró el Concilio de Efeso, en el que se proclamó la Maternidad Divina de María, y a par– tir de esa fecha una ola creciente de amor mariano recorre la cristiandad. Ser Madre de Dios es el más grande de los privilegios de María. El Concilio proclama esta grandeza de la Virgen en términos precisos y teológicos, que una vez asimilados por el pueblo, éste los vierte a un lenguaje más expresivo, lleno de símbolos, de imágenes, o los engrandece con le– yendas, o levanta santuarios o ermitas con nombres me– nos teológicos, pero más hermosos. Esta es la causa de todas las bellísimas historias que se cuentan de los santuarios de la Virgen. En todas ellas lo que se quiere resaltar son sus títulos, privilegios, sus ma– ravillas, su amor: Inmaculada, Madre de Dios, Correden– tora... O un aspecto concreto de su amor a los hombres, co– mo, el de esperanza, socorro, merced, remedio, piedad, misericordia... , amparo. O se la vincula a un lugar o a un pueblo, por la devo– ción de sus habitantes. O sencillamente un relato le cambia el nombre de In– maculada por el de Luz, el de Madre de Dios, por el de fuente de vida, o el de madre de todas las gracias por el de rocío. 36
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