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145 Las botas de la Humanidad. No sé dónde leí que a una niña le preguntaron qué haría ella para alegrar a una persona triste. - "Le haría cosquillas en los pies", contestó ingenuamente la niña. En cierta ocasión escribí un artículo invitando al mundo a quitarse las botas. No precisamente para hacerle cosqui– llas, sino de cara a la Noche de Reyes, para que Dios se las colmase de bienes permanentes, imperecederos y espi– rituales. En el primer día de año se me ocurre siempre invitar a la mismísima Humanidad -quiero decir a todos- para que en la Noche de Reyes se quite las botas y las ponga en la ventana de Dios, que abre a cualquier parte, de cara a las estrellas... El Padre-Dios nunca defrauda. En la Noche de Reyes, tras el cansancio del año que pasa y la incertidumbre del que se inicia, el mundo entero deberá dejar sus botas con la boca abierta, mendicantes, a los regalos del cielo. Las botas de la humanidad nuestra son unas botas tristes, traspilladas, hambrientas. La tie-· rra está sembrada de senderos, llanos unos, y abruptos, otros. Por todos caminaron las botas del mundo caminos difíciles o equivocados en el año que pasa. Las botas del mundo son las botas gigantes de la Hu– manidad. No están limpias porque se han manchado de fango y maldad. Han tropezado en las piedras del error, del odio y del crimen. Han resbalado al pisar la sangre del hermano. Han chapoteado en el vicio. Han corrido tras el espejismo del mal. 384

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