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144 Pobres e inocentes. El Evangelio de San Mateo cuenta que "Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se airó grande– mente y mandó dar muerte a todos los niños de Belén y de sus territorios, de dos años de edad para abajo... ". Y "una voz se escuchó en Ramá, llanto y lamentos... Era Raquel que lloraba a sus hijos". (Mt. 2,la-18). Desde entonces celebramos la fiesta de los inocentes, de los niños que mueren o sufren, de tantas formas. Hace dos mil años que nació Jesús en Belén de Judá. Por allí anduvo. Por allí -Dios-hombre- predicó, evange– lizó a los pobres y murió y resucitó. Su palabra es nuestra esperanza. Y como nació pobre y con los más pobres se identifi– có, este año, como siempre, habrá nacido en cualquier cueva, en cualquier buhardilla, en cualquier rincón de cualquier parte del mundo. De los miles de niños que han nacido en la tierra a las doce de la noche del 24 de diciem– bre, muchos serán más pobres que Jesús que, al menos, tuvo pañales para ser envuelto. Alguien se preguntará: - "¿Pero hay niños que no tengan ni pañales al nacer?". Los hay. ¡Pobres inocentes! Y como Jesús nació con la humana seguridad de un hombre, el bendito San José, al lado de María, a mí se me ocurre pensar en todas esas madres que han dado a1uz en la Nochebuena más solas que María, porque no tienen un hombre o se ha marchado de casa o los ha abandonado, a 382
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