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Madre de Dios". O porque "Una cosa tan sólo El (Dios) envidiaba / de su divina creación; / ser hijo de mujer: te– ner su Madre / como un hijo cualquiera que no es Dios". La espiritualidad, la belleza y el amor las plasmó el pueblo católico de modo expresivo en los muchos delica– dos títulos y veneración que damos a la Virgen; que no han nacido de consideraciones puramente teológicas, si– no del corazón. Ella no es Dios, pero es la Madre de Dios. Y a su lado está el arte, la poesía y la fe del pueblo aña– diendo al nombre sencillo de María un título cordial. Escribo esto al inicio del verano que lo tengo ardien– te a mi lado. Tres fiestas marianas importantes parecen acomo– darse al ritmo de ajetreo, diversión y trabajo del verano. Rozando él primer día de junio, contemplamos una Virgencita presurosa. Es la fiesta de la Visita~ión de Ma– ría a su prima Isabel. Va con prisas a la montaña y allí al lado de su prima, hablan de niños, dialogan y trastean por la casa. Es una fiesta que impulsa nuestro afán viaje– ro, el deber humanísimo de la visita, del compartir direc– tamente trabajo, palabra y afecto. Y la Virgen del Carmen, en julio, una de las fiestas más populares. La que bendice nuestras playas; la que hinche las velas de los barcos; la que sacan a pasear por el mar con fe nuestros pescadores ... En agosto rezamos a la Virgen de la Asunción que sube al cielo como espiga granada, llena de alegría y de sol y que impulsa los trabajos de recolección de las mie– ses... El pueblo canta: "Luna y estrellas hay en la charca / y la Virgen de agosto / mete prisa a la parva... ". Es una cuestión de amor. Nos hace mucha falta. 359

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