BCCCAP00000000000000000000396

el Vaticano II, varias veces y con sentido más teológico, cuando llama a la Virgen "peregrina de la fe". En la breve narración evangélica de los preámbulos de la Navidad se advierte un ritmo ágil de movimientos que responde a unos estados sicológicos de María dis– puesta y alegre. El Diccionario de la Lengua Española re– gistra una bella palabra que expresa esa actitud: "alacri– dad", que se define como alegría y prontitud para hacer una cosa. El ángel saluda a la Virgen: "Alégrate, llena de gra– cia"; es decir: joven, limpia de alma, favorecida, gracio– sa. Tener gracia -y más estar llena de gracia- es poseer el favor de Dios, sentirse colmada de entusiasmo y dinamis– mo. Y quien tiene el favor de Dios carece de temores y sonríe a la vida. Después µel diálogo con el ángel María marcha ''pre– surosa a la montaña" a enterarse qué le ocurre a su pri– ma. (María ya lleva a Dios en su seno). Al abrirle la puer– ta su prima, la Virgen le entona llena de gozo un cántico: - "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque me ha mirado a mí, peque- ñísima". A Isabel le sube el sofoco al rostro y le da un salto el niño que lleva en su seno. Tres meses estuvo María, ya con la maternidad visible, trasteando en casa de Isabel. Me gusta esta serena actividad de la Virgen, este alboro– zado movimiento que imprime a la vida cotidiana. Con su abultado embarazo no duda más tarde en emprender un largo viaje de Nazaret a Belén para empa– dronarse. No tiene miedo a que le sobrevenga el parto. Como así ocurrió. Y con esas prisas exultantes de última hora de todas las madres en los albores del alumbramien- 356

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz