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tos y sabiduría. Tirar por la calle del medio no es el méto– do más pedagógico para la convivencia ni para transmitir recados afectivos. Jesús corregía a los apóstoles impetuo– sos que querían empujar a las gentes a aceptar, de inme– diato, el Reino de Dios. - "No sabéis de qué espíritu sois", les reconvenía. No hay mejor entrada a un corazón que el buen trato, y ganado el corazón, se gana también la boca: un amigo habla siempre bien del amigo. La fe religiosa la define el Vaticano II desde el aspec– to antropológico de la amistad. Dice que "Dios habla a los hombres como amigos", y en esa amistad y diálogo les revela "su intimidad". Hay fe cuando somos amigos de Dios. Hay "persona" cuando por el atajo de la corte– sía llegamos a ser amigos. Saberse "ladear" en la relación con los demás, no es otra cosa que practicar el diálogo, sabiendo que el funda– mento de la conversación serena es la bondad del alma. "A las personas muy juiciosas, se las teme; a los maldi– cientes, se les aborrece; los presumidos asquean; a los fis– gones se les abomina; a los singulares se les aparta". La estima se gana según el dicho: "el que quiere hacer casa, -amistad- hace caso" -escucha-. Dios y el hombre se dejan conocer al amigo. Por eso se puede afirmar que la falta de fe en Dios deteriora sus– tancialmente la amistad humana; razón por la que el hombre de hoy se recluye en un triste individualismo. Un decálogo para dialogantes sería este: "].-Escucha a todos sobre todas las cosas. 2.-Practica la educación y cortesía. 3. -No desearás atropellar lapa– labra de tu prójimo. 4.-No te acalorarás. 5.-No equi– vocarás. 6.-No pronunciarás palabras agresivas. 7.-No desearás tu monólogo frente al otro. 8. -Celebrarás la in– teligencia, el afecto y la opinión de los demás. 9.-No dialogarás en vano. 10.-Si vences en el diálogo conven– ce. (Eugenio d'Ors). 347

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