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Pero nadie nos lo dice. Y si nos dicen que han nacido X niños en España este mes, nos lo cuentan con cara de es– tadística. Y no con música. Asistí en la ciudad donde vivo a una conferencia que un locutor de Televisión Española daba con el título: "Televisión, esa invitada que odiamos". Un oyente le hi– zo esta pregunta: "¿Pero es que no ocurre ninguna noti– cia agradable en el mundo, y tan sólo ese cúmulo de des– gracias que ustedes nos ofrecen?". El conferenciante ter– minó diciendo: "Que somos sádicos y nos gustan las noti– cias crueles". No es verdad que el ser humano sea sádico por esencia, al menos todos los días, para que nos alimen– ten con truculencias y con todo lo malo que en el mundo ha sido, repetido una y otra vez. Ni tan mezquinos como para contentarnos con una noticia sedante y blanda de úl– tima hora con la que, a veces, quieren cerrarnos los pár– pados para que durmamos como angelitos. Una visión verdadera y completa del mundo ha de conjugar el realismo y el optimismo. Lo agradable, lo ameno, lo atractivo, lo bello ha de ir, al noticiario de cada día, razonablemente combinado con lo triste y desagrada– ble. Si "cada día tiene su preocupación" -como recuerda el Evangelio- también ofrece la sorpresa de lo risueño y feliz. Que sí, que hay muchas tragedias, y accidentes y des– calabros y aflicciones, pero es una equivocación contem– plar el mundo únicamente por el lado malo del tremendis– mo y el infortunio. "Al lado del dolor está la alegría; al lado de la muerte, la vida,· junto al espino se abre la flor. Dios, dice Jesús, da todos los días "cosas buenas" a los hombres". (Mat. 7,7). 341

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