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Creo yo que será más positivo evitar cargarse de aires tormentosos con el sano comportamiento de "no tomar– nos a nosotros mismos-como decía el Papa Juan XXIII-, con tanta importancia y aprender a reírnos de nuestra propia sombra". La alegría la recomienda Dios. Dios es el Creador de la risa. Cuando después de creado el universo, "vio que todo era bueno" debió resonar en la creación una inmen– sa carcajada de felicidad de Dios. Por eso el cielo es un banquete gozoso, donde hay alegría (Mt. 2, 10). Dios creó todas las cosas en estado de canción. También, y sobre todo, al hombre. "Cantar con alegría y alegrarnos siem– pre" (Fil. 4,4) es una invitación cuando Dios habla con el hombre. Resulta que unos científicos norteamericanos nos vienen ahora con la "novedad" de que los seres humanos debemos reír y sonreír lo más posible, porque según aca– ban de descubrir, el acto de utilizar los músculos faciales para demostrar alegría, produce en el sistema nervioso efectos muy benéficos: un mejor latido del corazón, una respiración más armoniosa, unas funciones cerebrales más equilibradas. ¿Recuerdan ustedes cuán denigrada ha sido la llama– da ascética cristiana? Pues bien, desde siempre la más ele– mental ascética cristiana ha dicho que la ira oscurece, ob– nubila la mente; que la pena, la congoja producen decai– miento interior; que el pecado mete la división en el cora– zón del hombre y que la gracia es gozo del alma que se manifiesta en la cara, como en un espejo. Es imposible que un corazón lleno de amor y de Dios no ría a la vida. "Si usted ríe, el mundo y Dios ríe con us– ted, si usted se enjada, se queda solo". 337
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