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día. Como meta, como afán, me parece excelente. ¡ Hay que empujar con entusiasmos, con palabras de ánimo, a subir las cuestas de la vida! Parece que estoy escuchando a Jesús: "Animo, tu fe te ha salvado". Quien colocó los letreros en los troncos de los pinos resinosos hizo una cosa buena, porque quien pasea - ¡ sen– cillamente pasea!- entre los caminos del monte poblado de pinos, recoge para un buen rato de meditación la fra– se: "¡ VIVE ENFORMA LA FORMA DE TU VIDA!". ¿Cuál es? ¿Cómo es? ¿Con qué agilidad vives la for– ma de tu vida? Yo también me lo pregunto. ¿Cómo pien– sas? "una f arma de vida depende de una forma de pen– sar". El cristiano necesita un ejercicio constante de pen– samiento; ir por la vida con claridad de ideas; las decisio– nes se fraguan en el interior de la persona después de lar– gos procesos mentales, hasta que la idea ha sido recon– quistada por el corazón y éste determina la vida. Lo que asimilamos y meditamos en la soledad, en el interior de nuestro espíritu, -Y nadie lo puede hacer por nosotros-, lo sacamos a la luz en nuestras acciones. "LO QUE OIS– TEIS ENLA SOf-,EDAD, SERA PROCLAMADO DES– DE LAS AZOTEAS... ". Nuestros hechos, comportamiento, gestos, testimo– nios, palabras, manifiestan ante los demás, lo que en el interior somos, las reacciones de nuestro espíritu; las ani– mosidades, desfallecimientos, pesimismos, resentimien– tos, envidias, salen afuera por la puerta de las acciones diarias. Lo mismo, los gozos, la justicia, la paz, la com– prensión, la limpieza de alma. Quien se ejercita en su interior en pensamientos de paz y comprensión, es pacífico y comprensivo. Del inte– rior salen las acciones buenas, dice Jesús, y para calificar a alguien afirmó: "No sabéis de qué espíritu sois... ". 30

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