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124 En la muerte de un amigo. "Buenos días nos dé Dios", querido amigo, muerto, Orencio Llamazares. ¿Cómo se resucita a la vida eterna? Desde la ventana de mi fe te lo pregunto a ti, que ya no tienes fe, sino certeza y reposo y amor, que es lo que que– da después de caminar por la tierra. ¿Se despierta uno con jovialidad? "Porque todo cuanto aquí abajo "suce– de", nada acontece al margen de Dios: el bien, el mal, el dolor y el gozo, la vida y la muerte". Buenos días, amigo, muerto, Llamazares, desde es– tos micrófonos de Radio Nacional de España, frente a los cuales te sentaste tantas veces para desear a todos "un fe– liz amanecer". Hoy me acerco de puntillas al mantillo de tierra santa que te cubre, para decirte que tu muerte me sumió en el silencio. Ese silencio fecundo que, frente al misterio, todo lo acepta y todo y nada comprende. Buenos días, amigo ido, compañero de estudios, de fechorías estudiantiles, de ilusiones, de trabajo, de afanes sacerdotales, coleccionadores los dos de fichas, datos, apuntes ... Después unidos también en estos menesteres radiofónicos. Tu muerte me ha sabido agridulce, como la carne del níspero, por eso en tu recuerdo he plantado uno en el jardín de mi casa. Creo que a muchos amigos de tus, "Buenos días' de tu "Misa de España"les ha pasado lo mismo. Buenos días, compañero invisible... Te contaré que el poeta León Felipe, hombre de mucha fe, dice que todos los "jorobaditos del mundo" son ángeles a quienes un 330
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