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La vida es un ir tejiendo... "Dejad que el espíritu re– nueve vuestra mentalidad. Vestíos de una nueva condi– ción" -dice San Pablo-. "Renovarse", "vestirse de nue– vo". Se renuevan los árboles. Se renueva el frágil suceder y "acontecer" de nuestros días, si no nos aferramos a lo transitorio. Más que caminar a la finitud, vamos hacia la plenitud, cada vez que cambiamos en una mejor justicia y santidad. No es trivial recordar que hay cosas en la vida huma– na que se marchitan y caerán como la hoja seca. Todo eso que la ascética tradicional llama "vanidades", hoy llama– mos vivir al día, y Jesús llamó "añadiduras": el dinero, la belleza, el goce sensible, la palabrería, la fama, etc... Todo esto es fílmico, transitorio ... Hay frases que se repi– ten, porque siguen siendo para los hombres lo que llama– mos la ley de la vida. Esta de San Pablo es una de ellas: "La figura del mundo pasa". A veces es necesario poner– se trascendentes. Demasiada frivolidad ahoga. Hay que sumarse a lo mejor, no a lo que cae. El árbol permanece en su savia, en sus ramas, en su tronco: el vestido del follaje lo arrebata el viento. A la ho– ra de desnudar de adherencias, falsedades y accidentes la frágil existencia, hemos de viajar a las raíces de la vida, a la savia trascendente, a la gracia. No quedarnos en lo efí– mero... Este pensamiento es serio. Pero ser sinceros es ser fuertes. El mundo se paga de apariencias, y crea demasia– dos paraísos sensitivos y perecederos. Lo que importa es saber qué permanecerá en nosotros de inmortal cuando el viento se lleve, fenecida, la hojarasca que cubrió nuestra vida. 321
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