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117 El amigo, como el·vino bueno. En todo el Nuevo Testamento flota una preciosa imagen sobre la amistad. Por supuesto que Jesús tuvo amigos íntimos. Entra dentro de su sicología humana. Quien habló tanto de amor y de amistad no podía carecer de ella. Tener amigos en la vida es necesario; pero la amistad no se le puede pedir a nadie. La amistad hay que ganarla. Nadie que no practique una ascética de control personal de sus impulsos y emociones conectará a fondo con otro. Los impulsos incontrolados son siempre egoístas. La amistad se gana con la delicadeza, la generosidad y el afecto. Una de las amistades más rápidas que conoz– co en la historia, en la leyenda y en el arte fue la de San Francisco de Asís con Santo Domingo de Guzmán. Se so– ñaron uno a otro, según la leyenda. Y se abrazaron al ver– se por primera vez. Y o diría que se intuyeron. Muchos ar– tistas, desde Fra Angélico, han representado este abrazo de amistad de los dos santos amigos, a quienes el mismo Dante en la Divina Comedia dedica un himno. La Biblia canta en diferentes lugares alabanzas al amigo y a la amistad, que sobrevive "en la memoria del corazón" (2Sa, 9, 1; 21, 7) y alegra la vida. La amistad co– mo el vino hay que loarla por sus excelencias. Se lee en la Biblia: "Vino nuevo es el amigo nuevo: cuando envejece es cuando se bebe con placer". (Eclo, 9,10). La amistad va creciendo con uno. Y en esta tierra de hombres ni las 316
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