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116 El Gran Escenógrafo. Es bueno comenzar el día con un pensamiento feliz. En esos momentos primeros la mente está despejada y, a ve– ces, se nos queda ese pensamiento resonándonos durante toda la jornada. Hoy quiero comentar una anécdota de Ramón Gó– mez de la Serna. Un cura amigo suyo le preguntó: - "Quién es Dios? - "Si se lo pregunto al sol -contestó– me dirá que Dios es la luz total". - "¿ Qué es, entonces, la luz total?", -insistió el amigo-. - "Si lo supiera, -replicó Ramón Gómez de la Serna-, sabría decirte quién es Dios. De todas las f armas, "Dios es el eterno regalo de la vida". Me gustaría mojar mi pluma en esa luz para ir soltando chispitas de alegría. Siempre he tenido envidia de la rueda del afilador, que, oscura como es, alegra la torpeza del trabajo". Este humorista que hizo de la literatura un juego ori– ginalísimo, con mucho sentido y gracia, en sus "gregue– rías", dejó al morir un estimable manuscrito titulado: "Ensayo sobre Dios". Ramón encontró a Dios al final de la vida, como tan– tos, pero en su breve y última meditación, desparramó a puñados sentencias luminosas, casi místicas: "Dios ha hecho un esplendor de cada minuto". Y todo es obra ma– ravillosa del Creador y de su fantasía. Toda la sabiduría de los hombres de ciencia se cifra en ir, poco a poco, des– cubriendo la obra creadora del Ser Supremo. 314
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