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115 Ser imaginativos. Cuando usted salga a la calle esta tarde o mañana póngale un poco de imaginación a su vida: hasta para ha– cer el bien se necesita la imaginación. Somos demasiado descarnados y broncos en las relaciones y en la conversa– ción. La imaginación nos puede hacer más delicados y, desde luego, es posible que nos abra muchos caminos inesperados. La imaginación nos conserva en buen estado espiri– tual, porque es un resultado del amor. Se dice que el amor es imaginativo. Si Jesús no hubiera sido imaginati– vo no hubiera creado la Eucaristía, que es producto de un amor ingenioso. Si no hubiera sido imaginativo no hubie– ra hablado en parábolas, ni hubiera empleado juegos de palabras y comparaciones para predicarnos del Reino de Dios. El rabioso pragmatismo que se cultiva hoy, puede llevarnos al más puro materialismo y al egoísmo personal. A quedarnos de tejas abajo. Siempre me ha parecido cu– rioso el caso aquel que cuenta el Evangelio de unos hom– bres que portaban en una camilla a un paralítico. Como no podían acercarse a Jesús porque la puerta estaba tapo– nada por el gentío, hubo uno que tuvo imaginación. ¿Qué se le ocurrió? Subir al tejado de la casa, quitar las tejas, despejar el techo y descolgar la camilla con el enfer– mo en el corro donde estaba Jesús hablando. Ni que decir tiene que esta inventiva de aquellos buenos hombres fue celebrada por Jesús con un milagro. 312

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