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En cualquier test de experiencia que se haga con ellos, asombra constatar hasta qué profundidad están metidos en los líos, problemas y aspiraciones sociales ... He terminado de leer un libro titulado: "Cartas a Dios es– critas por niños". Estas misivas infantiles, todas ellas muy breves contienen todo el peso de las grandes preocu– paciones sociales de hoy: Fe, trabajo, divorcio, segrega– ción racial, aborto... No hay en todas estas cartas ingenuas y transparen– tes, ni una sola consideración, simplemente el dato dolo– roso o alegre: un limpio deseo o una pena balbucida. - "Querido Dios: ¿existes de verdad? Hay hombres que no lo creen. Tú que existes, ¿no podías hacer alguna cosa, un milagro, y esto rápidamente?". En otras leo: - "Querido Dios: gracias por haberme dado a mamá y a papá y al perro, y por el jardín y por los ojos para contemplarlo y por la comida... Me llamo Ro– berto y quiero un hermanito pequeño. Mamá me dice que se lo pida a papá y papá me dice que te lo pida a Ti. Me aburro y no tengo con quien jugar... ". - "Querido Dios: Tú no estarás tan ocupado como papá. Dime cuándo puedo hablarte; ¿a quién escuchas primero a los pobres o a los ricos?". - "Querido Dios: mis padres se han sepa– rado y lloro... ". Y así, por estas cartas pasan la guerra, las promesas incumplidas, la mentira, la muerte... La temperatura emotiva y espiritual de la familia y de la sociedad se toma en los niños. 307

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