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108 Clara en la claridad. Un magnate de la publicidad y de la propaganda ha– blaba así a un grupo de obispos que querían aprender a presentarse bien en la televisión: - "Nosotros anunciamos un producto que nadie re– quiere. Y empleamos en ese negocio cientos de millones de dólares. Ustedes poseen, señores obispos, un producto que todos necesitamos: Dios, la paz, la fe, la oración". Hoy entra por derecho propio, en la técnica moder– na la primera televidente de la historia: Santa Clara de Asís. Esta santa es la patrona de la televisión y su simpa– tía nos toca un poco a todos los que nos dedicarnos a los medios de comunicación. Pudiera haber sido ''Patrona de la Televisión", sólo por su nombre, Clara, luminosa. San Francisco de Asís, que sugestionó con su vida a esta mujer joven, hermosa y santa, decía de ella que era: "clara de nombre y más clara aún de vida". Pero patrocina esta maravilla, que es la te– levisión: por otro hecho peculiar de su vida. Clara conoció la conversión de San Francisco, de "Rey de la juventud de Asís", derrochón y juerguista, en ''pobre de Dios", cuando mendigaba por las calles y pe– día piedras para reconstruir iglesitas pobres. Le atraía aquel joven que hablaba de Dios en las plazas y se rodea– ba de seguidores a quienes llamaba "caballeros de la ta– bla redonda". Y se enamoró de la idea del que a sí mismo 297
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