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pero si sus conocimientos no le llevan a mejorar su vida y a la práctica del amor, del bien... no ha encontrado la auténtica sabiduría. "Dios revela estas cosas a las gentes sencillas y puede ser que las oculte a los sabios y prudentes". ¿Quién abrió el misterio del Evangelio, por ejemplo, a San Francisco de Asís? La sabiduría del amor, que es la sabiduría del pobre y del humilde. Toma en la mano el Evangelio. Habrá teólogos y es– tudiosos que lo saben casi de memoria, que distinguen los distintos géneros literarios, las influencias, las interpola– ciones, que interpretan las parábolas y dichos de Jesús a las mil maravillas ... , pero no por esto tienen "sabiduría", si con todo, no llegan a vivir la fe y a la con– versión de vida. Una persona sencilla, en cambio, sin tantos conoci– mientos, puede llegar a conocer que el Evangelio' es un li– bro testimonial que conduce a la profesión de fe y al amor de caridad. Que no es un mero relato escrito por gusto, si– no para conocer, proclamar y testimoniar la vida de Jesús como Cristo y Salvador... Que esta historia de la vida de Jesús lleva a la teología, a la ciencia de Dios y a la prácti– ca de lo que se lee; que el Evangelio no es un libro sino una vida que puede ser revivida, representada en cada uno. Sólo quien paladea y gusta el relato evangélico, no quien se queda en meros distingos literarios o bellezas es– téticas, llega, por la "sabiduría", a identificarse con el protagonista de la historia, el Mesías, que anuncia el bien y la redención, que ama, sufre y muere. El Evangelio tiene sólo una lectura válida, leído des– de la humildad para mejorar la vida, fortalecer la fe y vi– vir el amor. 25

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