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102 Se muere la víspera. Amanecer, despertar un nuevo día y usted con él. ¿Sabe lo que esto significa? Una de las más bellas afirma– ciones es la de alguien que dijo: "Yo nunca vivo, sino que siempre convivo". Es decir, no vivimos, con-vivimos con las cosas, con las personas, con los animales, con los seres todos; ellos y nosotros entremezclamos lo que somos y experimentamos una fuerza que nos estimula a vivir. Y así descubrimos la fuente de la vida, que es Dios y nuestra alegría de vivir, que se manifiesta en gestos significativos, la alegría, el júbilo, la satisfacción. Cuando ya no hay gestos significativos, jubilosos, peligra la vida. Cuando ya no hay relación, ni siquiera con el perro, con el campo que se labra, con los más cer– canos, no hay con-vivencia, y, tal vez, ni ganas de vivir. Acabo de leer que el número de jóvenes, menores de diecinueve años, que se suicidaron el año 1988 en Japón fue de 802. Comprendo que nadie puede bucear en el al– ma de un suicida. ¿Quién puede saber qué ocurre de oscu– ro, de turbio, dentro de aquel que toma la decisión de quitarse la vida? Pero cuando el suicidio no es tampoco en nuestra so– ciedad española una anécdota, sino que aumentan las es– tadísticas cada año, el tema merece una reflexión. La lista de suicidas la integran niños, jóvenes, personas de edad madura y ancianos. La desesperación, la falta de esperanza en la vida, llega cuando se rompe el lazo con las personas y las cosas; 283
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