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tener los brazos caídos. Además goza de una sana campe– chanería, una sonrisa fácil y una robustez de acero. ¿Quién es José? José un día de feria se fue a dar una vuelta por el ferial de ganado de León. Me dice que le gusta ver los animales, las gentes haciendo trato, escuchar el habla llana y familiar de los campesinos, que es lo su– yo ... En el ferial vio a una mujeruca con un recipiente junto a una vaca... - "Por J avor, suplicaba, ¿ alguien quiere ordeñarme esta vaca?". Al poco rato José volvió a pasar por el mismo lugar y escuchó la misma demanda de la pobre mujer. - "¿ Qué? -se acercó José- ¿Nadie le ha ordeñado la vaca? Deme el caldero que yo se la ordeño". Y pim, pam, pezón por pezón, vació las ubres con mano maestra. - "Ya está, señora. Para servirle, un fraile capuchi– no misionero que también sabe ordeñar vacas. Cuando José -Fray José González- me contaba esta anécdota disfrutaba unas breves vacaciones en España. Lleva diez años en las Misiones de la Gran Sabana de Ve– nezuela con los indios pemones. Tiene la cara tostada y las manos fuertes. No le habléis de "intelectualismos". La "vida es primaria, dice, y para servir a Dios y al her– mano hay que estar siempre dispuestos". - "Pero si eso lo hace cualquiera, comenta con una carcajada-, cualquiera que sepa ordeñar... y quiera hacer– lo. Pero... , no se hace. Lo sencillo casi no se hace. Deja– mos que otro "eche una mano". Al menos, generalmente no se hace con la sencillez con que tú lo hiciste... Ahora en la pobre tierra de la Gran Sabana tú seguirás trabajan– do entre los indios, mientras yo cuento esta anécdota, que es todo el Evangelio del servicio al hermano, resumido. 282
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