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Si me encargaran escoger, de entre todos los Docu– mentos del Concilio Vaticano II, un par de docenas de frases que a su contenido, unieran mayor expectativa y belleza de expresión, entre ellas elegiría esta: - "Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones ve– nideras razones para vivir y razones para esperar". (Get. s. 31). Dios no se marcha ni aunque le echemos. Esto ocu– rrió cuando "vino a los suyos y los suyos no le recibieron". Se quedó entre nosotros esperando contra toda esperanza. ¡ Y hay quien, todavía, cuando decirnos que "Dios es Bueno", responde enseguida: "Pero tam– bién justo". ¡Ya lo sabemos! Pero ahora aparece más su benignidad y su bondad. Observé una tarde de paseo la cara de gozo de la gente leyendo la frase "Dios es bueno", escrita en la arena de una de las playas más be– llas de Santander. Por arriba el paseo y abajo la playa y la bahía. La gente al pasar deletreaba con la sonrisa en los labios las gigantescas letras. Seguramente cansados ya de tantas siglas agresivas pintarrajeadas en las paredes de la ciudad. Pienso que los hombres tenernos ganas de que se nos hable de la victoria de la alegría sobre el temor. Nadie puede dudar de que la vida de Jesús traía este mensaje. El temor atormenta a los hombres de nuestra generación que lo disimulan dejando aparecer en la superficie de su vida al "hombre económico", al "hombre técnico", al "hombre político", al "hombre deportivo". Sin embar– go, en su profundidad, al hombre de hoy le domina el miedo por tantos dolores y muertes, entre ellas la "muer– te de Dios", con la que el hombre hace morir a Dios den– tro de sí mismo, en su pensamiento, en su conciencia y en su actuar... Hay que mandar ráfagas esperanzadoras al mundo. Allá va esta: Viajando de San Juan de Puerto Rico a Ca- 279
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