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100 Consumir más alegría. Recibí cierto día carta de una chica enfermera que me decía que a los enfermos de la clínica donde trabaja le gustaban los cinco minutos de charla míos que por enton– ces tenía a las siete menos cinco de la mañana en el espa– cio "Buenos días nos dé Dios", de Radio Nacional de Es– paña, porque siempre eran estimulantes y esperanzado– res. Bien. Lo mismo que doy noticias buenas o miro la noticia desde el ángulo bueno o busco al mal redención, pudiera ofrecer amargura, desesperanza y echar ceniza a los placeres de la vida. ¡ Pero no me va.. ! Pesimista es un apellido que no me gusta. Creo que Dios me ha puesto en el mundo para ir por la vida hablan– do, escribiendo, advirtiendo a otros lo bueno y bello que veo, lo alegre que es la esperanza, la novedad que trae ca– da día. Participo del modo de contemplar las cosas de aquel hombre que estando su mujer agonizante, todavía le decía, mirando por la ventana: - "Fíjate, Teresa, aún tienen flores las buganvi– llas". Mi destino es ser un poco utópico en la vida, como Jesús, que todavía está esperando hacer de los hombres una comunidad de amor. De esta utopía -proyecto final de amor- contagió a sus discípulos: "Señor y quJen ire– mos, si tú tienes palabras de vida". Siempre hay una pis– cina de esperanza donde introducir al mundo por muy paralítico y enfermo que esté. 278
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