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y la hace hermosa en torno nuestro: los niños que juegan, la higuera que brota en primavera, las mieses, el colorido de los lirios, la amistad... , la comida, los gritos popula– res... A la mujer samaritana la sorprende hablándole de una vida, que en forma de surtidor le saltará de las entra– ñas. Al viejo maestro Nicodemo le habla de un nuevo na– cimiento. A la mujer en parto la anima con la alegría del "hijo que va a nacer". Y hasta nos propone una pregunta filosófica: "¿ Qué podrá dar el hombre a cambio de la vi– da?". Jesús llenó su vida de entusiasmo y ardor, de afectos cordiales y en todo momento miró con atención al hom– bre: aprecia el descanso, se alegra en las fiestas, se entris– tece con las descortesías y el pecado que enturbian las buenas relaciones. Un fervor cálido y jovial recorre todas sus parábolas y conversaciones. Un respeto casi sagrado le merece la vida dolorida de los que cura, a quienes vino a servir, y hasta prohíbe arrancar la cizaña por temor a dañar el trigo ... Jesús se manifestó en contra de quienes se apropia– ban el derecho a matar: no permite que se apedree a la mujer adúltera. Ni que muera una niña: "Niña levántate" (Mat. 5,41). Alaba la belleza vívida de los ojos: "La lámpara de tu cuerpo son tus ojos". Se mezcla en el olor a vida de la multitud. Prohíbe pelearse con el hermano. (Mat. 5,21). Contrasta este canto a la vida que hace Jesús, con el desprestigio en que ha caído la vida en la sociedad actual: aborto, asesinatos, guerras, torturas. ¡Actitudes de su– presión y aniquilamiento amparadas incluso por la ley.. ! Confio en un mañana en que en el mundo la palabra vi– da se pronuncie totalmente purificada de sangre. 258
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