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90 El diablo charlatán. Buscar cada día cinco minutos, por lo menos, para nosotros mismos, para construir nuestra personalidad, nuestra vida íntima, no es una conveniencia sólo, es una necesidad. Si no lo hacemos, nos desparramamos, nos arrastra la corriente tránsfuga de las cosas. Jesús se lo proponía a sus seguidores: "Vamos a un lugar tranquilo". Ese lugar puede ser el campo, la casa, el área de trabajo, el propio corazón. ¡Cuánto nos cuesta estar callados o escuchar cinco minutos! Asegurar un es– pacio de reflexión. En la conversación de cada día no aguantamos, sin interrumpirla, a una persona que nos hable cinco minutos seguidos. Seguramente porque conocía nuestra voluble condición humana, Jesús "hizo palabra abreviada sobre la tierra". Y ofrecía, como terapia del corazón humano, para librarlo del asedio del ruido, del verbalismo, y de la tontería, retirarse, alguna vez, al silencio. Cada vez, me convenzo más de que sin una pausa diaria, sin un espacio para la reflexión, por breve que sea, la cabeza se nos llena de cascotes, de residuos de ideas va– gas, de tópicos, de imágenes de desecho. Así no somos nosotros. Nuestra mente y nuestro corazón se convierten en alquiler para huéspedes importunos y frívolos. María, recién estrenada su maternidad en Belén, con la exaltación todavía del gozo, oyendo a los pastores, -escribe San Lucas- "conservaba todas las palabras y las 253
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