BCCCAP00000000000000000000396
bunker, asistidos por el Padre Maximiliano Kolbe. El úl– timo él, después de quince días, rematado por una inyec– ción de veneno. El diez de octubre de 1982, Francisco Gajowniczek, fue testigo de la canonización de San Maximiliano Kolbe. No quita de encima la impresión de aquel día en que le sustituyó en la muerte: -"Yo condenado, continúo viviendo... Mientras otro, un héroe, un santo me sustituyó voluntariamente a morir descarnado... ". Los santos no se improvisan. Las heroicidades de amor, tampoco. El mismo Cristo llegó, por amor, a la muerte redentora después de que su sicología, su concien– cia de verdadero Hombre, había asumido, a través de ac– tos repetidos de bondad, fa verdad de sus palabras: "Na– die tiene más amor que el que da la vida por sus herma– nos". Y la vida por los hermanos puede darse un día defi– nitiva y martirialmente, si antes se le ha ofrecido en mu– chos actos de comprensión, delicadeza y amor. Maximiliano Kolbe, como buen franciscano, tenía una pasión enorme por vivir. Hubiera sido un genial cien– tífico inventor: ideó aviones a reacción y un aparato que él denominaba "eteroplano" para llegar a los planetas y a las estrellas. Creó una ciudad, y en Polonia y Japón va– rias tipografrías y periódicos ... Pero para él nada valía si– no desde la entrega a los demás. Por esta causa todo era· posible. Decía: "Un franciscano puede contentarse con unas sandalias remendadas y un hábito viejo, pero cuan– do se trata de la obra de Dios, no hay que dudar en com– prarse aunque sea un avión". O en dar la vida, como hizo, a cambio de la de un pa– dre de familia, siguiendo el consejo que él solía dar: "Si la virtud consiste en el amor de Dios y del prójimo, hay que ser consecuentes". CONSECUENTES, esta es lapa– labra. 246
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz