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84 Cada 27 de octubre. Hoy hay una sola ciudad en el mundo que puede lla– marse "ciudad de la Paz": Asís. - "Que no suenen los cañones ni las metralletas ca– da 27 de octubre". Con estas palabras pidió Juan Pablo II una tregua en los combates, mientras representantes de todas las religiones del mundo empleaban la jornada de este día para orar por la paz en Asís. · Ojalá que todas las bocas mortíferas que escupen metralla y fuego y odio callaran. Pero aunque así no sea, quienes amamos la paz, como el mejor bien, no vamos a bajar los brazos. Sería hermoso que los ejecutores de la guerra escucharan la voz de los que se la levantan por la paz. No es fácil oír esta voz. Tal vez, porque antes tienen que acallarse las rebeldes inquinas del corazón, de donde según Jesús, el pacífico Maestro, nace todo lo malo. Hubo un personaje anónimo, utópico y profeta, que rellenó, como un símbolo, la boca de un cañón con el ni– do de un pájaro. Hasta que el ave de la paz interior no ponga mullido plumón y rellene los odios y ambiciones de los corazones humanos, la mano seguirá apretando el ga- tillo en algún rincón del planeta. · -"¡Paz, paz... y no había paz!". Cientos de manos levantadas, de voces cálidas, oran– tes y unidas. Cientos de rodillas penitentes de hombres y 241
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