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pasó de la tierra al cielo, sino porque pasó hacia una nue– va forma de ser y de existir, a una nueva vida de relación interpersonal con Dios Padre e incorporó su existencia humana a la existencia y vida con el Padre. Una cosa hay cierta: que si así ha de ser nuestra resu– rrección definitiva, tenemos que realizar antes, diaria– mente, otras resurrecciones minúsculas que preparan aquella final. El hombre ha de pasar de salvaje a huma– no, de humano a divino, según el corazón de Dios. Y es todo un proceso. Resurrecciones minúsculas que se han de realizar en la experiencia de cada persona: El hombre es un ser vivo con un proyecto futuro de vida plena. Y ha de arrojar de sí mismo todo lo que entorpezca la ascensional renova– ción, crecimiento y resurrección de vida: como es el egoís– mo, la vileza, la crueldad, el desamor. El hombre creado a semejanza de Dios, que es Dios de vida y vivificador, posee en sí mismo una fuerza renovadora que sólo el mal entorpece. ¿Cuándo el arbolito se hizo árbol gigante? ¿Cuándo el niño maduró en persona? ¿Cuándo se hizo sabio el sa– bio.. ? Ha sido un progreso diario de empuje, lucha consi– go mismo y saneamiento... Intentar una mejora diaria, un enriquecimiento de la personalidad, una ascensión moral, mental, espiritual y sicológica entra dentro del destino humano y divino del hombre. No hacerlo sería igual a quedarnos en nuestra pobreza y amontonar basura en la propia casa. No sólo corporalmente, ha de ser barrendero de sí mismo. 236

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