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81 Oficio de barrenderos. Todas las noches pasan por las calles de nuestras ciu– dades los camiones de la basura. Los empleados de este servicio municipal recogen cuantos desperdicios hemos dejado a las puertas de nuestras casas. Al comenzar el nuevo día, las calles de las ciudades aparecen limpias y como renovadas. Viví en París, durante siete días una huelga de basureros. La ciudad estaba como envejecida y espantosamente afeada. El día que de nuevo apareció limpia se nos ofreció como salida de un rito bautismal. Algo parecido tenemos que realizar cada uno de no– sotros diariamente. Pero antes de dormir. Limpiar nues– tra alma, nuestra mente, todo nuestro ser interior, bucear al pozo de nuestra interioridad y desechar lo malo, lo feo, lo equivocado, lo pecaminoso. Olvidar aquello que nos ha hecho más infelices, menos educados, más torpes: La envidia, la injusticia, las rencillas, el orgullo... Es todo un quehacer cotidiano, de limpieza, renovación y resurrec– ción. Si;i esta labor nuestra ciudad interior, nuestro espí– ritu, envejece y envilece. Lo peor sería cuando ya nos acostumbrásemos a vi– vir en la basura y el deterioro de la persona, como el pro– tagonista de aquella película, "Le Defroqué" - "El Rene– gado"- que al pasar los barrenderos les pregunta: - "¿ Qué, tamb.ién recogéis hombres?". Tenemos que resucitar todos los días. Resucitar no es pasar de un lugar a otro. Jesucristo resucitó no porque .235
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