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80 Vivir de sobreañadidos. "¡Qué hermosos son sobre los montes / los pies del mensajero / que anuncia la paz / que trae buenas nuevas, / que anuncia la salvación.. !". Mons. José Capmany, obispo, director nacional de las Obras Misionales Pontifi– cias, ha afirmado en una entrevista: "Yo daría el Premio Nobel de la Paz a todos los misioneros". Y yo también. Son los autores y protagonistas de la expansión del Evan– gelio, civilizadores, creadores de pueblos y ciudades, di– fusores de la paz. Tienen algo espontáneo de sencillez, sentido provi– dencial e ingenua laboriosidad que a nosotros nos falta. Desde su experiencia misional ven la vida de otra forma. He convivido durante dos meses con un misionero, benemérito, de 73 años. Cuarenta y cuatro seguidos tra– bajando en la altiplanicie de la Gran Sabana de Venezue– la, entre los indios pemones. Es· alto, recto, fuerte, con cara de campesino, como hecho a la intemperie. La Gran Sabana es una región de cerros, praderío, selvas y ríos con cascadas, algunas de mil metros de altu– ra. La habita la tribu de los pemones y con ellos conviven hace más de cien años los misioneros Capuchinos. El Padre Víctor de Carbajal, misionero, con el cual estoy dialogando estos días, trabaja en los centros misio– nales de Kamara y Kabanayen. Tiene los ojos perdidos constantemente en la distancia y manos fuertes de traba– jador. Ha sido constructor de casas, escuelas, caseríos y 233

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