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78 Todo es cuestión de madrugar. Cuando nos quejamos de que la sociedad va mal -sin ser pesimistas- estamos exigiendo más honradez y más sentido ético. ¿Por qué no hablar más de la honradez? Comenzaré por una fábula. La publicación americana "Washington Post" sitúa a un determinado político, ya jubilado, actuando como director de un Parque Zoológi– co. El estadista, tras ganar por oposición la plaza, se compromete a solucionar el problema más grave que se plantea en el zoológico: conseguir que el lobo y el cordero compartan la misma jaula. Jamás se había logrado tal concordia entre los dos animales, aun cuando las profe– cías mesiánicas lo habían profetizado para la llegada del Cristo. El éxito del político fue rotundo y el secreto se lo re– veló a su propia madre: - "¿ Cómo lo has conseguido, hi– jo mío?". - "Es muy sencillo, madre. Todo es cuestión de madrugar, todas las mañanas retiro el cordero muerto y meto en la jaula otro vivo". La fabulilla es ingeniosa y ladina, y se puede aplicar a la vida ordinaria de cualquier mortal. ¿Por qué? ¿Quién se puede preciar de no haber "sustituido nunca un corde– ro muerto por otro vivo?". O lo que es igual: afirmar que nunca hemos sido simuladores, fingidores, ni actuado de forma ventajista, ni presentado falsas apariencias, cuan– do la realidad era que deberíamos haber ofrec~do la ver– dadera cara de los hechos... 228
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