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76 Una leyenda de Selma Lagerlof. "La santidad se exprésa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida". Estas palabras jeroglíficas del Vaticano II quieren decir en romance: que todos podemos ser santos amando y tra– bajando en lo que sabemos. Y ya está. Así lo entiende hasta mi tía Pacífica. Una leyenda de la escritora sueca, Selma Lagerlof, cuenta que un pueblecito tenía una !glesia con muchas pinturas de santos e imágenes de arte popular en madera y piedra. Cada santo estaba acompañado con aquello con lo que se había santificado: San Cristóbal con su alto bas– tón de peregrino; San Isidro con el arado; San Lucas, con la pluma de escritor; San Francisco y San Antón con los animales ... Y así todos. Pero el rico del pueblo quiso restaurar la iglesia y blanqueó los muros, borró las pinturas de la bóveda y sa– có las imágenes, que luego tiró al lago ... Los santos de palo no dijeron nada ni hicieron ningún milagro. Pero los hombres del pueblo sintieron más lejano a Dios desde en– tonces. Los santos eran feos, pero a su lado contemplaban los hombres del pueblo los instrumentos que les habían ayudado a santificarse: el arado de San Isidro, el pino en la mano de San Cristóbal, las palomas en los hombros de San Francisco, el martillo a los pies de San José... Así, 224

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